miércoles, 13 de febrero de 2008

Desiertos

17

Eran ya las cinco de la tarde, todos ya se habían ido. Llevaban tres semanas desde que sucedió. Desde que su casa, eterno centro de reunión, fue parcialmente destruida por un ataque que ni quería recordar. Había sido lo más bizarro que le había sucedido en sus ya veinte años de vida.

Su casa estaba quedando como estaba. Poco a poco, gracias al trabajo de él y sus amigos, se estaba restaurando bien. Perfecto, al menos una satisfacción en medio de tanta catástrofe: casa destruida, novia enferma, amigo desaparecido…

Así, semiconforme, Anthony subió a su cuarto, uno de los pocos que estaba intacto, a recostarse un poco. Estaba cansado.

- ¡Anthony!- se escuchó el grito de su hermana en la habitación contigua.

- ¿Qué Belén?- respondió apenas levantándose- ¡Ven a hablar acá po’ ¡

- Me llamó la Mamá- dijo la hermana del chico que se levantaba- dijo que la fuéramos a buscar, porque viene cargada.

- ¿Dónde está?- preguntó Anthony

- En la bajada del cerro Castillo- afirmó

- Ya- sentenció el chico- me cambio de ropa y vamos

- Dale- confirmó Belén.

Con un resto de desgano, Anthony se preparaba para salir. Estaba aun confuso, pensaba como sus amigos estaban continuando sus vidas, tal cual, como si nada hubiese pasado. Sólo él sentía este malestar, una especie de presentimiento de lo que paso aquel día solo era un aviso de algo más grande que iba a suceder, y no estaba equivocado.

- Oye – dijo Belén entrando al cuarto de su hermano- se me ocurrió una idea

- ¿Qué cosa?- inquirió Anthony, con una cara disconforme

- Tengo una manera de llegar más rápido- sentenció Belén

- ¿A qué te refieres?- dijo extrañado su hermano.

- A esto- dijo, antes de desparecer y aparecer atrás de su hermano- así llegamos más rápido.

- ¿¡Quee!?- dijo sobresaltado, volteándose hacia su hermana

- ¿Se te olvidó que y podía hacer eso?- respondió la chica trigueña.

- No, pero me tomaste por sorpresa- respondió Anthony, bajando las escaleras

- Ya, pero ¿vamos?- insistió su hermana.

- ¿Es seguro?- preguntó escéptico el chico de cara regordeta.

- Sí oh- respondió- aparte es acá no más.

- Mmm, ya bueno ya- decido tras pensarlo unos momentos- trata de aparecer donde haya poca gente, o mejor aun, donde no haya gente.

Belén cerró los ojos, su hermano le puso las manos en los hombros, tal como ella le había pedido. Anthony no confiaba del todo en la precisión de su hermana, más, ese bichito de mal presentimiento le picaba con más fuerza en ese momento en su cabeza, se estaba arrepintiendo de ir así

- ¡Belén!-grito Anthony – mejor par…

Alcanzó a decir el chico, antes de sentir como cada partícula de su cuerpo desaparecía, sentía un miedo atroz. Cerró los ojos.

Al abrirlos, su primera visión fue aterradora, un fuerte viento levantaba una tonelada de polvo rojo frente a él. Tras ello, habían dunas tras dunas de arena, a los cuatro puntos cardinales donde se atrevía a mirar. Junto a él, Belén, su hermana, quien desfalleció en el instante en que aparecieron. Hacía demasiado calor.

- ¡Belén!- gritó antes de alcanzarla, para que no cayera al piso. La recostó en la arena y le tomo la temperatura con la mano en la frente, estaba ardiendo, y viniendo de Belén era un catástrofe, ni el océano Ártico podría bajarle la temperatura, lo sabía.

Aparte, el clima no le ayudaba en nada. Hacía un calor infernal en aquel arenal, en donde-sea que estuvieran. Tomó a su hermana en brazos, como pudo y se puso a caminar. Delante de él, tal como atrás, sólo veía arena y dunas rojizas. Creyó, por lo que había visto en la TV, que posiblemente estaría en Atacama, en el desierto. Lo último era el pensamiento más seguro que tenía.

Su hermana no respondía. Belén respiraba con dificultad, mientras más se internaban en ese infierno caluroso. Anthony se detuvo, pensó un momento las cosas más claramente: “Buscaré una carretera”

Sus brazos no podían más, la fatiga del caminar y el ardiente clima lo tenían extenuado. Dejó a su hermana en el suelo, y la hizo levitar, como sólo él podía hacerlo. De esa manera, la llevo mientras bajaba por una escarpada duna.

Desde allí vislumbró dos camionetas detenidas, y unos cinco tipos afuera, conversando. Bajó cuidadosamente a Belén, ahora con los brazos, no quería que nadie se enterara de “eso”, tal y como lo había acordado con sus amigos.

- ¡Hey¡- gritó Anthony mientras bajaba- ¡Ayuda!, ¡necesito ayuda!

- Roberto, Andrés, vayan a ayudarlo- ordenó el que pareció ser quien mandaba: un tipo de alta estatura, tez morena y rasgos sombríos.

- Muchas gracias- dijo Anthony, mientras ponía a su hermana en el asiento de atrás de uno de los vehículos, como un tipo amistosamente le había dicho- si no hubiese encontrado a nadie estaría perdido

- ¿A dónde ibai’?- pregunto el tipo alto

- Iba para… - titubeó un poco el chico mientras inventaba una mentira- …de vuelta a Viña pero me perdí del grupo

- Don Sergio, vio que si había gente cerca- dijo uno de los tipos

- Turistas- respondió el tipo aludido refiriéndose a los suyos- ¿Turistas, cierto?- preguntó ahora mirando a Anthony.

- Mmm… sí- respondió el chico que miraba de reojo a todo y a todos

- Súbete al auto y espera, vamos para Antofagasta apenas terminemos- ordeno Sergio, quien se volteó hacia la otra camioneta.

Dentro del auto, Anthony trato de hacer que su hermana respondiera, pero no. La fiebre no bajaba. Uno de los tipos le paso una botella con agua antes de dirigirse donde todos estaban.

Se quedó solo con Belén en el vehículo. Desde allí pudo ver lo que sucedía. Sergio, el tipo alto, llevaba un bolso y lo abría frente a los de la otra camioneta, quien sacaron una bolsa del interior del bolso. Una bolsa blanca. El tipo del otro vehículo, rompió con una navaja una de las bolsas y probó lo que en interior había. Era precisamente lo que Anthony estaba pensando desde un principio: traficantes.

Anthony quedó perplejo con lo que vio. No supo que hacer; si quedarse allí, y aceptar lo que vendría o correr y pedir ayuda. Trato de disimular su espanto bebiendo un largo sorbo de agua. Los tipos aun seguían revisando las bolsas, nadie lo veía, perfecto para escapar.

Pero no, si escapara, los tipos sospecharían de él. No, debía pedir ayuda. Miró a su alrededor, dentro de la camioneta, viendo en el asiento de adelante un teléfono celular. Con la mente, atrajo el celular hacia él, marcando el número de carabineros.

Los tipos venían de vuelta. Anthony con el mismo cuidado, puso el celular en su lugar, bajándose lentamente del vehículo, escondiéndose junto con Belén detrás de la camioneta.

- ¡Don Sergio!, alguien llamó a los pacos- dijo uno de lo tipos mirando su celular.

- ¡El cabro!…- dijo buscando el líder de los hombres- ¡el cabro y la niña! ¡Búsquenlos mierda!

- Al tiro jefe- dijeron al unísono los sombríos tipos, sacando revólveres del interior del vehículo. Eran seis.

Anthony silenciosamente se movía entre unos arbustos, hasta que tropezó, rompiendo una rama, alertando a los hombres que lo buscaban.

- ¡Allí está!-gritó uno de los tipos corriendo hacia donde Anthony estaba.

El chico tomó a su hermana como pudo y se puso a correr, con el solo instinto de supervivencia en mente, dejando fuera a su acostumbrado sentido común. Los tipos abrieron fuego.

Quizás suerte, quizás ayuda divina, pero las balas no los tocaron. El chico pensó en hacerlo; no quería herir a nadie, pero debía, sí, debía.

Anthony se volvió hacia sus perseguidores y levanto la mano. Al instante de ello, los revólveres volaron por lo aires quedando lejos del alcance de los tipos. Con otro gesto levantó el vehículo y lo lanzó sin pensarlo hacia sus persecutores, haciéndolo estallar estruendosamente.

Entre tos y humo, Anthony se levantó. Belén que estaba a unos metros de él, poco a poco recobraba el conocimiento. El chico se acercó a su hermana y le preguntó si estaba bien. En ese instante escucho un clic a su espalda.

- Quieto y no saldrás herido- dijo Sergio, el tipo alto, apuntándolo como a un metro con su revolver.

- Belén…-dijo Anthony titubeante- cierra los ojos

- Creo que mentí- agrego el tipo- viste demasiado, debiste aceptar mi ayuda tranquilamente.

En ese instante, la respiración del chico se agitó, como si supiese lo que iba a pasar y lo que se proponía a hacer. El viento de la tarde, aun no era suficiente para refrescar la infernal tarde aquella en el desierto; las llamas del vehículo destrozado hervían impetuosas en el lugar, como si con sus ardientes brazos anhelaran un calido brazo, calido.

El sudor en la frente de Anthony se heló en el momento en que el tipo apretó el gatillo. El 3struendo del disparo y el grito espantado de Belén eran el único ruido en medio del desierto.

El disparo, desviado por Anthony quien cerraba los ojos con desespero, llegó a posarse con violencia en el cráneo de Sergio, dejándolo en el suelo inerte, como el resto de los tipos; sus rasgos sombríos eran tragados por la nada. Su rostro inerte, se asimilaba con el de Anthony: pálido, quieto y rígido, shokeado por lo sucedido.

Luego de salir del espanto, el chico, se acercó a su hermana, la abrazó largamente, escuchando de fondo las sirenas de un furgón de Carabineros que se acercaba.

- Quiero irme a la casa- dijo Belén, extenuada

- Yo igual- respondió su hermano cerrando los ojos

- ¿Vamos?- inquirió Belén

- ¿Qué?- dijo Anthony, abriendo los ojos- estamos en … en casa

Alcanzó a decir Anthony antes de caer desplomado en el suelo por el cansancio. Estaba en casa, y él y su hermana estaban a salvo, no le importaba nada más en ese instante. Tenía sueño, mucho sueño.

***