jueves, 26 de marzo de 2009

Hace más de veinte años

22

Ya no quedaban transeúntes en las calles viñamarinas, sólo los militares marchaban y acechaban el actuar de esta ciudad dormida, anestesiada en un frio invierno, tan doloroso como lo habían sido los últimos catorce años. Pero así eran las cosas y había que responder frente a los que mandan, aunque sea vendiendo los ideales de adolescencia. Él lo sabía bien.
Prefería cuando todo esto era sólo un inocente descubrimiento y no se habían metido los militares y... él.
Las instalaciones estaban escondidas a la luz pública, por lo que Julio debió estacionar su auto lejos de ahí, para no levantar sospechas. Caminó hasta llegar hasta lo que alguna vez fue un frigorífico, custodiado por un militar parado ahí, con fusil en mano
- Identifíquese- dijo el joven uniformado

- Cortés- respondió Julio

- ¿Y a que viene?- dijo el militar

- Vengo por inteligencia- respondió un tanto abrumado

- Ok, pase- aseveró el hombre



***


- Parrita- dijo una secretaria que lo conocía de hace algún tiempo- Don Reinaldo te busca

- Uff- dijo el hombre de unos treintitantos- voy

Manuel iba con la mirada baja. No quería perder el empleo por salirse ahora de lo que se había metido, su hijo venía en camino, su mujer y su pequeña necesitaban que él llegase con dinero a casa, sin importar lo que hubiese hecho.

Al salir, se apretó la mano con la puerta, haciendo que esta se hiciese añicos, como ya llevaba pasando desde que participó de aquel experimento, contra su voluntad, obligado por su jefe. Nada podía herirlo, él lo sabía, podía asesinar a su jefe cuando quisiera, pero no; necesitaba el dinero.

-Don Reinaldo, acá estoy, como me mandó a llamar- dijo con voz sumisa el aun joven

- Ya¡ te llamé pa' lo que su ya sabis'- dijo con voz fuerte su jefe

- ¿Qué cosa?- preguntó Manuel

- ¡No preguntis' hueas'!- grito algo ofuscado- lo del proyecto con los milicos, necesitan la muestra de sangre de tu mujer y tu hijo.

- ¿La tengo que ir a dejar al cuartel?- preguntó el hombre moreno

- Sí, y quédate a la reunión, necesito un ojo ahí- dijo seco- tengo que ver en qué se gasta mi plata

- Por supuesto señor Sánchez- asintió "obligadamente humilde" Manuel, mientras salía de la fría oficina.

El viento de Reñaca alto soplaba fuerte, como si lo estuviese empujando, no sabía si a la inercia de la obediencia a su patrón, o a algo más, pero debía mantener su trabajo. Lo sabía.


***


Playa Ancha estaba helado, bueno, como lo es hasta el día de hoy, y a pesar de que el molo lleva el epíteto de "abrigo", no, le hacía honor al nombre.

Eduardo, hombre de mediana estatura, mediana edad, estaba de guardia; en el peor día de la semana, el más frío, el más anodino. Pero así eran las cosas, él pensaba que así siempre han marchado las cosas, con rigurosidad, y trabajo duro, se sube en la marina, más aún en las circunstancias en las que estaba el país.

Se sacó la gorra, para rascarse la cabeza, junto con un gran bostezo de aburrimiento, habían pasado cuatro horas desde que las instalaciones habían cerrado y ya no había ni un alma en el área.

Viéndose solo, Eduardo comenzó a experimentar con sus extrañas habilidades, produciendo pequeñas ascuas que derivaron en dos grandes flamas de fuego desde sus manos, mientras que su cuerpo comenzaba a levitar a unos veinte centímetros del suelo.

- ¡Cortés!- se escuchó desde el estacionamiento

- ¡Para! - ¿Qué?- respondió exaltado- ahh menos mal que eres tú, Cuadra

- Acuérdate que se nos prohibió estrictamente utilizarlos- dijo, Francisco, de similar edad, un poco más robusto que Eduardo

- Estaba solo- respondió serio el hombre que tomaba su gorra- y nadie miraba

- Las cámaras- respondió apuntando al techo- ahí hay una que instalaron luego de la orden del señor Merino - Han cambiado demasiado las cosas, un rojo de mi barrio me dijo que no va para más de tres años- dijo Eduardo

- Y luego hay que esperar que no se filtre que lo sucedido en Achupallas el año pasado- adujó Francisco

-Shh- que alguien puede escuchar respondió rápidamente el cabo Cortés

- ¡Me carga mentir!-dijo el especialista en comunicaciones- y alguien se va a enterar que nosotros hemos tenido que desaparecer a todos esos...


-¡Cállate Francisco!- replicó el cabo, en el momento en que una camioneta se acercaba y detenía

- ¿Cabo Cuadra? ¿Cortés?- dijo un militar que venía en el vehículo

-Afirmativo- replicaron los jóvenes uniformados

- El señor Bernard Cortés los espera en las instalaciones- dijo serio el chico, que no aparentaba más de 25 años- en Salinas está todo preparado.

Sin decir más, ambos hombres se subieron a la camioneta de color negro y partieron, a la tan anunciada reunión, que supondría la evaluación del proyecto.



***


- ¿Tu crees que accederán a que sus hijos sean sometidos al proyecto?- preguntó Bernard sentado desde una esquina de la sala de juntas del recinto militar.

- Si saben lo que es bueno para sus hijos, entenderán- respondió Ana, mientras miraba cabizbaja las baldosas rojas- y si no lo saben a voluntad siempre es fácil de flaquear.

- No quiero que uses tus habilidades con ellos- dijo riendo el hombre de cara apacible- aún no investigamos si hay algún efecto adverso en lo del control mental.

- Como quiera señor Bernard- respondió la muchacha, de apellido Komatsu- ¿Le traigo algo más?

- A Pérez- respondió- no ha vuelto de la misión que le encargamos

- Volví hace media hora- respondió el soldado que estaba custodiando la puerta en el momento que sus músculos faciales cambiaban de posición con rapidez, hasta lograr su posición original: el rostro del hombre de apellido Pérez - son ustedes los que se demoran, ¿o no jefe?

- Basta ya de bromas que la reunión va a empezar- dijo serio el supuesto jefe- ¿Ana? ¿Cómo me vería con barba?

Mientras tanto, en la recepción comenzaban a llegar los sujetos que estaban incluidos en el proyecto. Los jóvenes militares, Francisco y Eduardo eran custodiados por dos soldados, mientras que por otra puerta, ingresaba Manuel, junto con Julio, quien ya estaba en las instalaciones.

- Te veo mal de ánimo Manuel- dijo Julio, estrechando la mano.

- Trabajo- respondió seco el hombre- y depende mucho que yo siga ahí esto...

-¿Esto?- interrumpió Julio- Los informes marcan que tú eres el mejor evaluado, pronto acabará esto para ti

- Disculpa que lo diga, pero... no seas iluso- respondió con mirada fija- puede que yo sea el mejor evaluado, pero... lo que hemos hecho... que Dios nos perdone, porque ni yo consigo hacerlo.

- Cortés, Parra, la reunión va a empezar- dijo Ana, acercándose a ambos muchachos, sonriéndoles de la manera apacible como siempre había hecho las cosas.

Y así, la sala de juntas de la instalación militar se fue llenando con los integrantes del proyecto, sentados en una larga mesa, en la cual, Bernard a la cabecera y Ana a su derecha, presidían la reunión.

- Buenas noches en primer lugar- comenzó Bernard- estamos acá reunidos con el fin de analizar como concluiremos el proyecto Nuevo Ser, en el cual ustedes fueron los exitosos sujetos que fueron mejor evaluados, por lo menos los que quedaron con vida.

- Señor Bernard- interrumpió Ana- fíjese lo que dice

- Tranquila mujer-dijo el tipo de manera sonriente- todos somos adultos responsables de que firmamos y en que nos metemos, ¿estoy en lo cierto?

Las personas ahí reunidas murmuraban unas con otras. Existía un aire de incertidumbre en el aire, por lo que Bernard se esforzaba al máximo para demostrar tranquilidad, él lo sabía, si él caía todo el proyecto se iba a la basura, y muchas cosas se harían públicas, incluso las más sórdidas.
- Julio- dijo el líder- es hora que des tu parte en esto
- Sí señor- respondió- como todos ya sabemos, los límites del cambio en nuestros genes es desconocido, y como dicen las muestras que les pedimos a todos, no han terminado
- ¿A qué se refiere con eso Sr. Cortés?- preguntó la mujer de apellido Parraguez, de mediana estatura, otra integrante de los experimentos
- Me refiero a que el mismo gen mutado que te permite cambiar la consistencia de tu cuerpo a voluntad, puede provocar otras consecuencias no previstas- respondió serio, dirigiéndose a la mujer.
- Por eso, ante cualquier síntoma imprevisto, repórtense conmigo o con Julio- dijo Berta, mujer de Julio, mientras ordenaba los expedientes.
- Te ayudo- dijo Ana
- Gracias- respondió la mujer de pelo largo
-<Berta, Julio, Manuel, escúchenme>-dijo Ana, en sus mentes, utilizando sus habilidades-<se que pueden escucharme, Eduardo, Francisco, ustedes también pueden, y pueden hacer un cambio si desean, respóndanme por favor>
-<Te escucho>- respondió en su mente Julio y Manuel, casi al unísono
-<Te escuchamos todos creo>- replicó Eduardo
-<Entonces, no seamos títeres de nuevo, no hagamos el trabajo sucio de estos asesinos>- dijo Ana, emocionada en sus cabezas-<al salir hay una sorpresa, síganme la corriente y acabaremos con esto>
Todos asintieron, algunos con la mirada, otros con un vehemente sí en sus cabezas. Sí que sólo Ana podía escuchar. Por suerte
Y hubo un gran silencio en la sala, no sólo de sonidos o palabras, sino un silencio espiritual, mental. Como si todos se prepararan psicológicamente para lo que venía, y no era menor, era la decisión que cambiaría sus vidas. Pero no se lo tomaron a la ligera, sabían que no sólo su vida dependía de esto, sino también la de sus futuros hijos, en algunos, o la de las personas que amaban, en otros.
La reunión acabo tras ese incómodo silencio. Bernard dio la salida tras conversar con el Teniente Ramírez, representante del gobierno en la operación. Los hombres y las mujeres coludidos con Ana salieron fingiendo estar tranquilos
En la entrada principal, se vieron cercados por una tropa de más de treinta soldados, con fusil en mano, apuntándolos.
- ¡Salgan de mi camino, soldados!- gritó con ofuscación Bernard, poniéndose a la defensiva entre el teniente y Ana
- ¡Es una orden directa de su superior!-replicó Ramírez, intentando parecer seguro-¡Irán a corte marcial y el mismo general lo sabrá en Santiago!
- No creo que lo escuchen, jefe- dijo Ana, haciéndole un gesto a los soldados, gesto que respondieron como orden, acercándose al militar y a el líder del la organización- chicos, Julio, creo que ya saben qué hacer.
Ese instante que siguió al anterior, pareció haber estado pintado por el comiquero del destino, por lo preciso de los actos. Todos pusieron su habilidad en servicio de algo bueno, una redención a un grupo de buena gente manchada con sangre de inocentes, por miedo, por dinero.
Manuel tomo una viga de acero, y se acercó a Bernard, quien tomo su revólver y disparó, más las balas no dañaron la piel del hombre de Sánchez
- Tú y tu gente me hicieron así - dijo Manuel a Bernard y al militar atándolos con la viga, doblándola como si fuera de papel, haciendo patente su fuerza sobrehumana
Por otro lado, Francisco levanto su mano y apuntó a las cámaras, sus ojos se envolvieron en datos, conectándose con los sistemas eléctricos de las instalaciones, borrando las grabaciones de seguridad y los cercos eléctricos, dejando salir a gran parte de los hombres y mujeres, prisioneros políticos encerrados en aquel lugar.
Pérez, tomó la forma de Ramírez, acercándose a Manuel, quien acababa con la viga, puso una mano sobre el teniente y dijo:
-Vamos, déjame copiar tus recuerdos, creo que el proyecto será cerrado por... digamos un ¿atentado del Mir?, ¿Que les parece, Ana? ¿Julio?
- Perfecto- respondió la mujer, controlando a los jóvenes conscriptos- llévenselos al estacionamiento
- Esto se acaba aquí - dijo Eduardo, elevándose en el aire, por sobre de las instalaciones
-¿Necesitas leña?-preguntó Manuel, levantado dos camionetas del ejército, lanzándolas contra el edificio
- Déjenme ver si hay alguien más dentro- dijo un chico, que estuvo con ellos, que en un instante corrió adentro, reviso todas los cuartos de la gran instalación y salió- no hay nadie
-Procedamos- dijo Francisco alejándose del lugar
- No dejemos pruebas- dijo Julio, lanzando los expedientes dentro de uno de los autos que lanzó Manuel
-¿Ya?-preguntó Eduardo, desde las alturas
-<Ya>-dijo Ana en su mente
Al instante, el joven marino envolvió en llamas el edificio, haciendo estallar todo el lugar, a causa de la gasolina ahí puesta, de manera estratégica por Francisco. No quedaba huella del proyecto nuevo ser, era historia, o mejor aún: no lo era


***

-¿Y ahora qué?- preguntó el de la inteligencia sobrehumana
- No se Julio- respondió Manuel, limpiándose las manos
- Yo si sé-dijo Ana- esta no era la única instalación, lo averigüé la semana pasada
-Yo lo vi en los recuerdos de Ramírez- dijo Pérez, en la forma del militar calcinado- hay más instalaciones y mas sujetos experimentales como nosotros
-Pero también sé que sólo Bernard y el milico las conocían- dijo Ana, poniéndose un abrigo rojo que llevaba en las manos- sólo lo sabemos nosotros
- Eso es peligroso- dijo Francisco- piensen que si hay más instalaciones, pueden haber más como nosotros, hay que detenerlos
-No- dijo Berta- tengo una familia en camino y no los arriesgaré
- Desaparezcamos- dijo Manuel- volvamos a nuestras vidas antes de que conociésemos a Bernard
- Y los... ¿poderes?- dijo Eduardo- que haremos si se manifiestan
- Las habilidades son representaciones psicogenéticas de tensión en situaciones difíciles- dijo Julio- en cualquier momento se manifestarán aunque no quiéranos
-Psico algo dijiste ¿cierto?-interrumpió Ana- si vienen del cerebro puedo controlarlas, contenerlas
-¿Puedes hacer eso?- dijo el "nuevo Teniente Ramírez"
- No si no la ayudo- dijo Eduardo-recuerden que puedo potenciar sus habilidades, ya lo he hecho
Eduardo puso sus manos en la sien de Ana, la que en ese instante cerró los ojos, concentrándose en la neurona desconocida, alterada genéticamente, para bloquearla, para evitar el uso de estas armas tan peligrosas para el mundo que habían significado estas habilidades
El fuego aun no se apagaba. Las llamas limpiaban todo como de costumbre, tal como sabían hacerlo. Y como en el futuro sabrán hacer. Los hombres y mujeres ahí reunidos, decidieron no perder el contacto, para saber si los efectos secundarios, explicados por Julio se hacían patentes.
El frío empezaba, a pesar de que para el país era una época intensa, así era, hace más de veinte años...


***

miércoles, 28 de enero de 2009

“El chico que se niega a morir”


21

Hacía frío, y aparte estaba completamente acabado luego del entrenamiento; Damián no sabía que era o que la había pasado al entrenador, pero a su parecer se le había pasado la mano… quizás frente a la inminencia del campeonato nacional.
El chico tomó su bolso y salió de los vestidores, despidiéndose de todos sus compañeros del equipo de remo. Era hora de salida, todos volvían a sus hogares, incluido él.
- ¿Alo?- contestó Damián su celular
- >¿Damián?(estática), soy yo tu hermano<- se escucho del otro lado de la línea
- ¿Cristóbal?- dijo extrañado el chico- se escucha pésimo
- >Es que estoy un tanto… alto<- respondió su hermano
- Ah, entiendo- dijo Damián- ¿qué pasa?
- >Apúrate, voy llegando al Miramar<- dijo serio su hermano- y llama a los otros
- ¿Y pa’ qué?- inquirió extrañado el chico espigado
- >Porque… (estática)… estamos en peli… (estática)<- alcanzó a decir Cristóbal antes que se cortara la comunicación
- ¿Alo, alo?- dijo Damián, antes de guardar su teléfono celular

Hoy, ni su madre ni su hermano lo vendrían a buscar, estaban evidentemente muy ocupados hoy. Se tendría que ir a pie. Era un tanto largo el viaje, pero tenía que pagar el haber olvidado su billetera.
Caminó un poco y noto algo extraño; no estaba solo, lo estaban siguiendo. Una camioneta negra como la que vio aquella mañana, le seguía los pasos desde hace unos cinco minutos, desde un cruce en el camino.
Aceleró un poco los pasos hasta que en un paradero encontró un colectivo parado, esperando pasajeros. La camioneta se detuvo.
Tras convencer al colectivero que le pagaría al llegar a su destino partieron. La camioneta negra aceleró hasta quedar al lado del vehículo, Damián no podía contemplar el rostro de su persecutor, pero suponía la identidad. Los rostros de la gente aquella mañana había que dado grabada en su memoria.
- Pareces ser una buena persona- dijo el conductor
- ¿Perdón? – dijo extrañado Damián
- Sí, te digo- respondió- pero esos tipos pagan bien, y tengo una familia que mantener…
- ¿Qué?- alcanzó a decir cuando noto que la camioneta negra había cerrado el camino, y el colectivo estaba bajando la velocidad.
Damián se sintió encerrado. Por un lado el vehículo y por otro… ellos. No sabía qué hacer ni que decir, solo una loca idea pasó por su mente. Con el pie, pisó fuertemente el acelerador del vehículo, haciendo que se estrellara violentamente contra la camioneta negra, causando una gran explosión…
De entre el fuego y los fierros retorcidos, salió Damián, envuelto en llamas, con su cuerpo calcinándose poco a poco. Se lanzó al suelo, apagando las llamas, para que su extraña habilidad hiciese lo suyo… y lo hizo, con cada vez más rapidez, se regeneraron todas las heridas y quemaduras. Con un grito de dolor, se sacó un fierro que tenía enterrado en el brazo izquierdo, enderezó su pierna quebrada, con más dolor aun y viéndose bien, comenzó a caminar.
Estaba exhausto. El dolor al cabo de media hora había acabado, ahora sólo era cansancio. Estos ataques eran cada vez peores y ya estaba harto. Sacó su teléfono celular para llamar a su hermano y notó que estaba completamente calcinado, lo botó y continuó su camino.
En otra esquina, encontró una camioneta igual a la anterior. En el momento que estuvo al alcance visual de ellos, partieron en su persecución… nuevamente
Damián comenzó a correr despavorido por la carretera, sintiendo las balas en su espalda, hasta que una impactó su pierna izquierda, haciéndolo caer.
- Sé que eso no te matará- dijo una voz cerca de él- ya lo hize una vez ¿Recuerdas? Eres el chico que se niega a morir
- Obvio- dijo Damián asustado, notando que estaba rodeado de esos soldados que ellos tenían
- Yo no soy tan suave como Bernard- dijo el tipo- no pregunto si vas por las buenas o por las malas, ¡Ponte de pie!
- Está bien- dijo resignado el chico, notando que su pierna ya estaba sana y la bala en el suelo
Caminaron hacia la camioneta negra, cuando de repente, aparecieron tres personas de la nada, eran Anthony, su hermana Belén y un tipo que Damián no conocía
- El del medio y el de la izquierda tienen un 73% de probabilidades de disparar con éxito, el resto menos de un 25%- dijo el joven que estaba junto a Anthony
- Gracias Cuadra- dijo, antes de hacer un gesto con la mano, haciendo volar a los soldados que Francisco, su amigo le había indicado- Damián, ven
- Apúrense, vienen más- dijo Belén, viendo que bajaban más soldados desde otra camioneta
- Si lanzas la camioneta vacía en un ángulo de 35 no habrá explosión inmediatamente, lánzala así mejor Bily- aconsejó Francisco
- ¿Cómo puede saber eso Bily?- preguntó extrañado Damián
- El sabe lo que dice- respondió Anthony, mientras lanzaba la camioneta con la mente- y es de los buenos, eso es todo lo que necesitas saber
En ese momento, la camioneta cayó de cabeza sobre la otra con gran estruendo, pero sin explosión inmediata, tal y como Francisco había calculado. Los soldados poco a poco estaban siendo neutralizados por Anthony, quien por lo visto, había estado practicando.
- ¿Quién es él?- pregunto Damián
- Damián- Cuadra, Cuadra- Damián – dijo Anthony mirando a sus amigos- suficiente presentación
- Sí, vámonos- dijo Belén- yo les doy… digamos un aventón, todos tóquenme el hombro
- A ver…- dijo Cuadra cerrando los ojos- 100% de llegar con éxito
- Ok vamos- dijo Belén sonriendo
En ese instante, desaparecieron del lugar instantáneamente. Estaban siendo teletransportados por la habilidad de Belén. Seguramente ya estaban a salvo. Por ahora al menos.
Aquella calle permaneció en silencio por unos instantes, sólo se escuchaban los gemidos de los soldados, acribillados por fracturas y azotones. Los chicos habían triunfado esta vez, pero quizás mañana no pasaría lo mismo.
Las dos camionetas impactadas, luego de unos minutos hicieron explosión, haciendo que el lugar quedara envuelto en llamas. Las cuales nunca habían significado algo bueno.

***

martes, 6 de enero de 2009

"Atrapame si puedes"


20


Había pasado un tiempo desde que supieron algo, desde la junta, la vez que los chicos fueron atacados por ellos. Sean quienes hayan sido no venían con buenas intenciones.
Eduardo se encontraba en la casa de Cristóbal y Damián, por lo menos durante fin de semana. Su familia se encontraba de viaje, un repentino viaje. El chico había encontrado una nota sobre la mesa, que decía:"Nos vamos para el sur, volvemos pronto. Mamá". Estaba solo de nuevo.

- ¿No hay sabio na del Bily o del Parra?- preguntó Cristóbal sentado frente al computador
- No- respondió brevemente Eduardo- lo llamé y nadie respondió
- ¿A quién llamaste?- preguntó Cristóbal dándose vuelta
- A los dos- respondió- el cel del Parra suena como que no esta en servicio, el del Billy no contesta
- Mmm, que lata- dijo Cristóbal poco satisfecho- son días raros, ¿no crees Chino?
- ¿Por qué lo dices?- inquirió el otro chico levantándose del sofá donde estaba
- El ataque en la casa del Bily, estos poderes, la muerte de tu hermano…- respondió cerrando la cortina- ¿No habrá una relación entre todo esto?
- Lo había pensado- dijo Eduardo-, pero…
- Calmao’- interrumpió Cristóbal- llegó alguien, parece que mi Papá

Y estaba en lo cierto. Desde un automóvil blanco bajaba Julio Cortés, dejando a un individuo dentro del vehículo, entro a la casa. La noche seguía fría, al menos en ese aspecto, nada había cambiado, entre tantos cambios que sucedían en las narices de estos jóvenes, pero eso no era todo, algo venía, algo grande.

Julio sacó unos archivos de un closet, dejándolos en un bolso que el traía. Mientras tanto los chicos bajaron a recibirlo, cuando de repente sonó el teléfono de Julio.

- ¿Aló?- dijo el hombre contestando el celular
- Saludemos a tu viej…- alcanzo a decir Eduardo, antes que Cristóbal lo detuviera
- Shh- dijo Cristóbal- escóndete
- Ya- dijo Julio- transfieran a los individuos al Sector 2 del muelle Barón, acabo de dejar prisionero a Salvador… ¿Quién me dices?, el de lentes… invisibilidad… me reporto en una hora, bye.

En el momento que el padre de Cristóbal corto la comunicación, los rostros de Eduardo y del chico de melena eran de estupefacción. ¿Salvador?, ¿Prisioneros?
Los dos jóvenes, subieron lentamente a la habitación de Cristóbal, cerrando la puerta.

- ¿Escu-chaste bien?- dijo Eduardo, dubitativo
- Habló de prisioneros- dijo serió Cristóbal- el Salva y…
- Otros con poderes- completó Eduardo
- Exacto- respondió-quizás los están tomando a todos, quizás eso era lo que querían en la casa del Bily
- Pero tu Papa… ¿Involucrado en esto?- pregunto Eduardo, sentado en la cama de la habitación

Y se quedaron en silencio. Ese silencio sepulcral que solo se siente en los peores momentos, como cuando va a empezar un huracán. El silencio fue de tenido por una ráfaga de metralla que hizo añicos la puerta

- ¡Alto el fuego, imbéciles!- gritó Julio- no queremos herirlos, uno es mi hijo
- ¿Papá?- dijo asustadísimo Cristóbal, mientras Eduardo se lanzaba al otro lado de la cama
- Les aseguro que no saldrán heridos- dijo el padre del chico, extendiendo la mano
- ¿A dónde nos quieres llevar?- grito Eduardo, saliendo de su escondite
- A ti, a ningún lado Eduardo- respondió Julio- no nos eres útil, sáquenlo muchachos
- Alto- dijo Cristóbal, interponiéndose entre los soldados y su amigo- voy, por mi propia cuenta, pero a él no le hagan daño, por el amor de Dios.
- Misericordioso, igual a tu madre- dijo guiñado una sonrisa- siempre supe que serías un gran hombre hijo, que estarías por sobre los demás
- ¿Por lo de volar dices?- preguntó Cristóbal, acercándose a la ventana, mirando de reojo un trozo de madera y a Eduardo. El asintió, había entendido el plan.
- No sólo por eso hijo- respondió- volar, se te fue entregado; pero la grandeza… hijo, eso lo llevas en la sangre
- ¿Puedo hacer una pregunta, Papá?-dijo Cristóbal, ganando tiempo
- Si, dime- respondió Julio
- Donde me quieres llevar, ¿ ahí está también el Salva, la Mamá del Parra y al Ángelo?
- Por eso digo que eres un genio- respondió riendo- sí, ahí están donde tu iras también
- Entonces- dijo Cristóbal, mirando a su amigo- atrápame si puedes…

Tras esa señal, Eduardo golpeó con fuerza a uno de los soldados, haciéndolo perder balance, en el mismo instante Cristóbal se elevó sobre el suelo, dando una embestida voladora, que lanzó a su padre y los soldados al suelo.

- ¡Ahora!- gritó Eduardo, abriendo la ventana
- Vamos- respondió Cristóbal, que sin tocar el suelo tomó a Eduardo, volando por el aire, fuera de la casa, perdiéndose entre el nublado cielo de Curauma.
Julio logró levantarse, más los chicos ya habían huido. Permaneció unos tantos segundos mirando el cielo, hasta que un soldado le pasó un teléfono celular, era Bernard.

- Habla Cortés
- >¿Mordieron el anzuelo?<- pregunto Bernard, el tipo de barba, del otro lado de la línea
- Sí- respondió- de seguro irán a buscar a Damián, y luego al muelle
- >Buen trabajo Julio<- dijo Bernard-> que los soldado limpien el aérea, eliminen testigos y vuelvan a las instalaciones<
- Entendido, bye- asintió, acabando la conversación
Los soldados recibieron la orden, comenzando raudamente a reparar el sitio, de tal manera, que al cabo de unas horas parecía que nada hubiese pasado. Tan eficientes que no quedaron huellas, testigos o vecinos…La noche, ahora estaba un poco más cálida. Quizás la metralla, la acción, quizás… Pero de seguro que todo seguiría cambiando. Para bien o para mal, eso, solo Dios lo sabía.
***