martes, 31 de agosto de 2010

Hijas Pródigas

25

Natalia caminó hacia el bus con una expresión en extremo seria. Sentía que los últimos meses la habían cambiado a tal punto de pensar que ya no era la misma, que ni siquiera ella se conocía. Una sensación alienante.

Este exilio personal en Llay- Llay, y aquel extraño tipo que conoció allí habían sido como un reto personal a no terminar la vida de todo ser a su alrededor. David le había mostrado que no todas las habilidades eran un castigo que lo que era una pesadilla podía convertirlo en un sueño agradable.

(un mes atrás)

- ¿Entiendes?- dijo David- todo se basa en controlar las emociones, ya que ellas son las que desencadenan las ondas que cesan una parte del cerebro

- ¿Qué acaso eres doctor?- preguntó Natalia extrañada, frente a tan científica explicación

- No, jajaja, para nada- respondió- soy profesor de biología

- ¿Cómo un profesor de biología llegó aquí?- inquirió de nuevo la chica

- Eso no importa- respondió manteniendo la seriedad- lo que importa es que si quieres tu vida de vuelta o no

- ¿De vuelta?- rio

- O sea, tanto así como era antes no, ya es imposible- aseveró con seguridad el tipo de lentes- si ya se manifestaron las habilidades en tu sangre, en tus genes, ya no hay vuelta atrás

Natalia camino unos pasos más hasta quedar en la entrada del bus. El calor de este pueblo lejos del mar, ya cesaba, con un otoño dejándose caer inclementemente sobre las cabezas y mentes de todos los pobladores, quienes como la chica de tez pálida, estatura bajo la media y mirada triste, miraban por última vez el sol, haciendo sombra con la mano.

- Toma- dijo David, entregándole una caja de metal con algo envuelto en un paño blanco- la caja contiene doce dosis de un inhibidor, en caso de que te descontroles

- ¿Y lo otro?- inquirió Natalia

- Déjalo en ésta dirección- respondió el hombre que frisaba los cuarenta- me harías un favor

- Ok- dijo Milla, como mentaba su apodo, emulando una sonrisa, perdida desde ya mucho tiempo

El bus partió en el preciso momento en que el cielo se rompía en una profusa lluvia que anegó la visión del paisaje. El estupor de la inercia personal, la quietud y la pereza, lanzaron a Natalia a un profundo sueño.

Cuando las señaléticas indicaban que se aproximaban ya a Viña del Mar, una voz desconocida, la despertaba de su siesta.

- ¿Milla?- escucho Natalia

- ¿Ah?- exclamó la chica que aun no despertaba bien- si yo

- Me imagino que no te diste cuenta quien soy- dijo la joven de mediana estatura que se sentaba a su lado- soy la Gabi… la Asusa

- Ahh, no te había reconocido- dijo Natalia mirando hacia la ventana- ¿Y qué haces camino a… Viña?

- Ayudar- respondió Gabriela poniéndose algo seria- Estos hombres no podrían hacer nada sin mi

- ¿Ah?- la miro extrañada la chica que volvía de su exilio- no te entiendo

- El Bily, el Caco y los demás- respondió- ¿Acaso no sabes lo que está pasando allá?

- Para nada- dijo la chica de tez pálida- a menos que…

- ¿Qué paso? – preguntó Gabriela

- Supe algo que ellos también, y el Parra…- dijo Natalia dubitativa, mirando fijamente a los ojos a su interlocutora- pero no te puedo contar

- Tranquila- dijo Gabriela, sonriendo- se lo de las habilidades, a mi me lo contó mi familia

Al instante luego de hablar, la gente en el bus que comenzaba a andar, entró en un sonriente estupor, como si estuviesen seguros de que todo estaría bien, y de alguna extraña manera, Natalia tenía la misma sensación.

- No te asustes- dijo la chica del norte, viendo la expresión de Natalia- es mi habilidad

- ¿Hacer sentir incomoda a la gente?- dijo Milla con expresión sarcástica

- Jajá, no- respondió la chica de rojo cabello- controlo las emociones de la gente

- Yo las mato- dijo la otra chica, seria, mirando hacia el paisaje

- Lo sé- dijo Gabriela tomándole una mano- ella me lo dijo

- ¿Ella?- inquirió Natalia volteándose

- No te puedo decir quién es- respondió volviendo a sonreír- sólo confía en mí, vamos a ayudar a esos inútiles jajaja

El calor cesaba y los pasajeros cerraban las ventanillas del bus, repleto hasta el tope de gente que inocentemente compartía espacio vital con dos mujeres armadas de las armas que han hecho sucumbir mil veces a la humanidad, confianza y muerte.

***

Ocho de la noche, Forestal era una bola de gelidez y ventolera mezclada con oscuridad, la que a causa de los faroles públicos en mal estado, hacían estas calles y quebradas espacios dignos de una novela de Poe, pero esto no era el escenario de una novela, era realidad.

Un auto interrumpía el silencio y la oscuridad, con el chillido de un motor apagándose y unas luces buscando un sitio donde estacionar. El ruido no pasó por desapercibido, después del ataque Ana se había puesto paranoica, más que de costumbre.

- Ana, soy yo- dijo una voz femenina tras la puerta de la calle

- ¿Berta?- preguntó la mujer que bordeaba los cincuenta- Te abro al tiro

- Tenemos que hablar algo urgente- dijo Berta tras saludarla- ¿Están los niños?

- No- respondió-no he visto al Anthony y a la Belén desde ayer y no me han llamado

- Me lo imaginaba- asintió la espigada mujer- ¿Sabes que tus hijos están en grave peligro?

- ¿Qué? -dijo Ana, sobresaltadamente

- Mmm, verdad que él te hizo olvidarlo- dijo Berta poniéndole las manos en ambos lados de la cabeza

- ¿Qué haces- dijo asustada la mujer de baja estatura

- Curándote- dijo sonriendo

- ¿Curándome de qué?- volvió a inquirir- Porque yo no recuerdo na… Gracias

- ¿Any?- preguntó la madre de dos Cortés- ¿Estás bien?

- Mucho mejor- dijo Ana cerrando los ojos- Tenemos poco tiempo, vamos

***