martes, 23 de marzo de 2010

Espartaco

24

El ruido de una camioneta negra enmudecía al silencio que reinaba. Ni un solo ruido violaba la paz del estacionamiento, pero por razones obvias solo adjudicables a la ciencia y la mecánica, se encendía un ruido. Habían llegado.
Bernard se bajaba de la camioneta algo ofuscado, las cosas no estaban marchando muy bien y los jefes no estaban satisfechos con la captura incompleta de la segunda generación de los especímenes. Bueno, al menos traía otro. Uno muy importante
Dos tipos vestidos de chaquetas pardo bajaban un bulto pequeño, al cual Bernard se acercó y bajo el cierre para ver el rostro
- ¡Imbéciles! les dije que no le taparan la cara, ¿Qué quieren que se nos muera?- dijo enfadado- Daniel, espero que no te haya molestado el viaje, fue un poco movido.
- B-b-bueno- dijo tartamudeando del miedo- ¿A dónde me llevan?
- A hacerte unos exámenes- dijo Bernard sonriendo- Te prometo que estarás sano y salvo, en tu casa antes que tu hermana despierte del sedante que le dimos
El niño estaba demasiado asustado para intentar responder. Es más que evidente el miedo de un niño de diez años, cuando por la ventana entran dos encapuchados, sedando a su hermana con una jeringa y llevándolo en un bolso fuera de la paz de su hogar, donde ya habían pasado más de un miedo.
Los dos hombres llevaban al pequeño en el mismo bolso, escoltando a Bernard, quien digitó seis números en la puerta, que se abrió, con dos soldados vigilando y saludando al viejo de barba con el correspondiente saludo marcial
- Está todo listo en el laboratorio- dijo la silueta de un hombre de gafas
- Todo listo Julio- respondió Bernard, ordenando a los tipos a llevar a Daniel al lugar indicado- ¿El suero está preparado?
- Todo listo- respondió- Déjame los fármacos y el laboratorio a mí, tú dedícate a reunirlos
- Tranquilo hombre- dijo musitando una sonrisa- comencemos
En la habitación contigua, estaba preparada una camilla, con el hermano de Eduardo tendido, despierto, boca abajo y mucho más asustado que nunca.
- No te mentiré, te va a doler mas a ti que a mí- dijo Julio, enterrándole una jeringa en la columna vertebral, con la que le extrajo líquido de la médula
- Tome- dijo Felipe entregándole en recipiente donde poner la jeringa- Me dijeron que me necesitaba
- Los necesitamos a todos ustedes- dijo el mayor de los Cortés- pero por desgracia no podemos, aun no nos entienden
- ¿Para qué el liquido de la espalda del hermano del Chino?- preguntó el chico
- ¿No recuerdas la habilidad de Daniel?- respondió- Él puede potenciar la habilidad de otros especiales, multiplicar su poder por cien o quizás más
- ¿Y en eso que tengo que ver yo?- inquirió Felipe en tono seco- recuerde que me importa un carajo usted y sus experimentos, yo quiero que me devuelvan a mi madre
- Calma chico, calma- dijo Julio- ¿crees que te elegimos entre todos al azar? Jajaja, no, no lo hicimos, buscamos al más gris de ustedes, al sobornable, así que compórtate y obedece si quieres ver a tu madre viva otra vez
- ¡Estoy hasta la puta de ustedes!- gritó Felipe, tomando al Papá de su amigo por el cuello con una mano, levantándolo del suelo- sabe que si quiero puedo matarlo con solo separar su cabeza del resto.
- Pero sé que no eres un asesino- respondió el amenazado, con la respiración entrecortada- y asesinarías a dos de un tiro si lo haces: a mí y a tu madre como consecuencia, piensa lo que haces
- Mierda- dijo Felipe, lanzándolo bruscamente contra unas cajas de cartón- ¡pueden irse todos a la mierda por ahora!
Julio se levantaba del piso poniendo sus gafas en su lugar, aun tenía mucho trabajo pendiente, trabajo que no podía esperar.

***

La celda era completamente hermética a excepción de la ventilación, protegida por completo frente a cualquier intento de fuga. Una cámara en una esquina, probablemente preparada para verlo aunque su habilidad funcionara. Estaba jodido.
Por la cabeza de Salvador pasaban muchas razones de quien carajo eran los que lo trajeron y qué querían de él.
- Ah, por la chucha- dijo hablando solo
- Por la gran chucha viejo- respondió una voz familiar, proveniente de la ventilación
- ¿Ángelo?- preguntó extrañado mientras buscaba la conexión de las habitaciones
- El mismo po’ hueón- respondió- estamos igual de cagados.
- ¿Por qué te trajeron?- preguntó Salvador, dándose cuenta que se encontraban separados por un muro
- Por correr muy rápido- dijo tosiendo una breve carcajada- ¡Yuyín y la conchasumadre!
- ¿Qué pasó con él?- volvió a preguntar- Esta con ellos supongo
- Si- exhaló- me cagó miserablemente
- Oye, supongo que también debes tener alguno de estos… dones- dijo Salvador parándose sobre la roñosa cama que ahí tenía
- ¿Tú también?-respondió inquiriendo- yaaa es como mucha la coincidencia
- No creo que sea coincidencia- dijo serio el chico de lentes redondos- aquí hay algo más, y no me extrañaría que sea alguna de esas instalaciones con operaciones secretas de la Dina, algo me contaba mi viejo cuando estaba chico
- A esta altura creo cualquier wea compadre- respondió algo hastiado
- Oye- dijo Salvador
- ¿Mmm?- gruño Ángelo como si estuviese acostado
- Tengo una idea para escapar- dijo el chico mientras limpiaba sus lentes- las miré bien y las cámaras no tienen micrófono, no pueden oírnos
- ¿Qué proponí’?- preguntó el chico rápido
- Las murallas están recubiertas de metal a excepción de la que nos separa- dijo Salvador- si le das golpes repetidos la puedes mover o botar
- ¿Seguro?- dijo poco convencido- pero van a venir los guardias po’ y ahí cagamos
- Eso es lo que quiero- respondió alejándose de la muralla, poniéndose fuera del alcance de la cámara
- Ahh- rió Ángelo- entiendo
Por un momento, ocurrió lo que ocurre en los seres humanos cuando la presión de un problema es tal que los cerebros trabajan juntos a pesar de toda diferencia: se ayudaron. Ángelo se alejo medio metro de la pared y comenzó a dar patadas al muro a la velocidad sobrehumana que por razones aún no aclaradas había adquirido. El muro al principio ni se mecía frente a las acometidas del chico, pero luego de unos segundos de repeticiones, comenzó desprender cascarones de pintura y disparó la alarma de los soldados.
- ¡Qué mierda pasa acá!- grito un soldado, abriendo la puerta de la celda de Salvador
- Nada- dijo el chico invisible, aprovechando el polvo que había levantado Ángelo, para pasar por detrás de él, escabullirse entre los soldados, darles un portazo y dejarlos encerrados
- Ahora sácame po’ weón- dijo Ángelo del otro lado de la puerta de metal
- ¿Pero cómo?- dijo Salvador tirando de la puerta si resultado alguno
- Yo te ayudo- dijo Felipe, quien venía desde una puerta cerca de los laboratorios. Tiró de la puerta y la sacó de su lugar
- Pa-Parra- dijo Salvador- ¿no que tú estás con ellos?
- No hay tiempo para explicarles- dijo, apretando la puerta contra la muralla- salgan por la puerta de la izquierda allá al fondo, yo les gano tiempo
- Mmm, no entiendo pero apúrate Salva- dijo Ángelo, dándose cuenta que venían más soldados- yo te llevo así salimos al tiro
- Calmao’ cuida…-alcanzó a decir el chico de la invisibilidad, antes de que Ángelo partiera a gran velocidad en la dirección indicada por su amigo.
- Suerte- dijo Felipe, lanzando la puerta contra una caja de alto voltaje, provocando un apagón que se extendió por toda la instalación
Ángelo y Salvador se inquietaron un tanto frente al apagón , pero aun así avanzaron, sintiendo el ruido de las olas de fondo, como anuncio de la tan anhelada salida. Por un instante se separaron, sin poder ver hacia donde se dirigían. Los soldados que los perseguían tampoco tenían señas de donde carajo podían estar los fugitivos.
Cuando volvió la luz, se encontraron en un pasillo de metal que terminaba con unas escaleras hacia la salida, desde la cual salió Anthony, su amigo, jadeando de cansancio acercándose hacia ellos
- Mierda- jadeo Anthony- pude entrar sin que me vieran, por acá podemos salir
- Bily- dijo Salvador- ¿Vienes sólo o con los demás?
- Solo- dijo- los demás están entrando por la puerta de adelante, vengan
- Mmm- gruñó Ángelo, algo extrañado, avanzando hacia la salida- no parece una idea del Bily
- ¿Qué cosa?- dijo Salvador saliendo por la puerta, sintiendo la brisa de la libertad- estamos afuera hueón, cálmate
- ¡No me la hací’ dos veces!- gritó Ángelo, dando un giro a gran velocidad, asestando la más rápida de las patadas en la cabeza de Anthony
- Pero que mierda haces…- alcanzó a decir Salvador, cuando vio que los músculos faciales de su amigo noqueado se movieron, volviendo a su forma original
- ¡Yuyin!- grito Salvador extrañado- ¡Era una trampa!
- No alcanzó a entregarnos, vámonos- dijo Ángelo abriendo la puerta- por acá creo que er…
- ¡Alto!- dijo fuertemente uno de los soldados que los rodearon en la puerta, armados con fusiles y equipados con lentes térmicos, estaban atrapados.
Cuando el soldado dio la orden, les dispararon sedantes a ambos, al rápido y al invisible, durmiéndolos en el acto. Había sido una fuga fallida
Desde afuera se acercó Bernard y le palmoteó la espalda al soldado, felicitándolo. Ordenó limpiar el desastre ocasionado, dando instrucciones a diestra y siniestra, el viejo de barba sabía que ellos venían y a pesar de que poseían armamento y número, los jóvenes con habilidades significaban una amenaza que podría echar por tierra todas las predicciones de Julio y arruinar el trabajo de más de veinte años.
- Vamos viejo, no me digas que ya te acobardaste- dijo Julio, viendo a Bernard tan pensativo
- Para nada- respondió el viejo, arreglándose la barba- sólo pensaba
- Mmm- musitó el padre de los Cortés- todo listo en el laboratorio, sólo me falta un sujeto de prueba
- Tienes a Darío- dijo Bernard apuntando al inconsciente en el piso- ya no nos es de utilidad, llévatelo.
- Ok, nos vemos con el jefe, viene en una hora- dijo levantando al cambiaformas del piso llevándolo al laboratorio- Y cálmate, nadie lo sabrá
Bernard se quedó solo ahí por un instante, mirando el mar que se asomaba frente a él, desde lejos veía un faro que iluminaba tenuemente la nublada noche. Su inmutable faz no revelaba preocupación, pero si existía. Tal vez remordimientos, pero ya había navegado tanto tiempo en este rumbo que no había manera de volver a puerto, a su puerto.
Las instalaciones metálicas urgían en silencio, más el ruido de un motor llegando rompían el equilibrio. De él salieron varias personas de traje y corbata, de entre ellas una figura conocida públicamente, que se acercó a Bernard y lo saludó dándole la mano.
- Hola Papá- dijo el tipo, que no pasaba los cuarenta años
- Hola jefe- dijo serio el viejo- ¿Qué tal el presidente? ¿Lo convenciste?
- Todo arreglado- el lunes comienza todo.
Luego de nuevo el silencio. Por última vez el silencio reinó en aquellos galpones frente al mar, quizás como preparándose a la llegada de algunos invitados esperados, quizás solo era el viento, pero la gélida sensación del ambiente volvían loco a cualquiera.

***

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