domingo, 23 de diciembre de 2007

Fotografías

14

Sentado, él estaba sentado. Hundido en el sillón pensando, todas las cosas que estaban sucediendo, tanto para él como para sus amigos eran nuevas, y si con nuevas se habla de extrañas, vaya que eran nuevas, lo eran; o por lo menos así era como Salvador pensaba
Había dejado hace unos quince minutos, a su polola en el paradero. Eran las diez y media y estaba solo, solo en el living de su casa, sintiendo la entropía corroer su piel, sus huesos, su mente.
Desde que había dejado la carrera su vida le parecía aburrida. Claro, tenía tiempo para él, tiempo con el que no había contado nunca. Se supondría que utilizaría este tiempo para dedicarlo a su casa, a su pareja, a sus amigos. Más, no estaba haciendo nada de eso, se estaba sumiendo en una soledad alarmantemente absurda.
Fue hacia el computador y se conectó al MSN, a ver si podía distraerse un poco, el devenir de los últimos hechos lo tenían nervioso, la sensación de estar desapareciendo, había pasado de ser una mera sensación a ser realidad, sí que lo era. Esto, era por lo que le sucedió en el centro, mientras tomaba fotografías con su vieja cámara. La gente pasaba a su alrededor, dándole topones con los hombros, como si no lo vieran, incluso, casi lo atropellan dos veces por lo mismo. Ese día caminó y caminó, y seguía sucediendo. Él, sólo había salido con la intención de hacer algo distinto a lo que hacía todos los días, a recobrar uno de sus hobbies, la fotografía, algo que ya estaba echando de menos. Ya que en estos últimos días, vacíos, sentía que no existía, que nadie lo llamaba, ni lo recordaba. Se sentía invisible ante él resto.
Todo iba a bien hasta que llegó a aquel escaparate. En un fatídico instante, Salvador se enteró de la dura verdad, su reflejo lo había abandonado. Se miró las manos, y no estaban en el lugar donde las veía cada mañana. Era más que una sensación, era un hecho; era invisible.
Con estos recuerdos aun latentes, se sentó frente al monitor, abrió su cuenta, no había mucha gente conectada, el único que le apareció l instante en contacto con el era el Parra, uno de sus amigos.
>- Hola loco que tal?-<
>-Hi hi-<>- bien pues, que hay?-<
>- Por mi nada, pero mañana nos vamos a juntar en la pleno centro, a las 4-< escribió su amigo en el MSN.
>- Dale dale, nos vemos ahí entonces-< respondió en la pantalla, e la cual salía un “Bye” de su amigo y el anuncio de “No conectado”, Felipe se había ido.
Luego de unos cuantos minutos frente al computador, entre bajar cosas, revisar páginas y leer comics, se le pasó la hora. Estaba cansado. Apagó el ordenador y se fue a dormir.
Durmió placidamente, como nunca antes lo había hecho, tan profundo que al día siguiente, ni sus sueños recordaba.
Al otro día, nada especial pasó. Le parecía a Salvador, otro maldito día, clon del anterior, otro día que pasaría sin verlo, sin pena ni gloria. O por lo menos le pareció así, hasta la hora acordada, en la que se debía juntar con sus amigos, tal como Felipe le había avisado. Tomó su cámara fotográfica y partió.
Tomó la locomoción para el centro de Viña. Se tumbó en el asiento del microbús, bajo la inclemencia de un insolente sol que cubría todo con su anchura, otro día de esta maldita primavera, preludio de lo que sería un maldito verano hirviente.
Tras media hora eterna de viaje en el vehículo, llegó al lugar acordado. Caminó un rato por la calle Valparaíso, rodeada de gente, que para variar lo empujaba al pasar, sin verlo. Estaba pasando de nuevo, y no se había dado cuenta; miro una ventana en busca de su reflejo y nuevamente no estaba. Respiró profundo, trató de relajarse y se puso a caminar.
Al llegar, no había nadie, solo un hombre alto que leía el diario sentado en una banca. Salvador caminó, aun invisible hacia el hombre que allí estaba. Lo reconoció: era el tío Julio, papá de una amigo de él, de Cristóbal o el Caco, como en el grupo de amigos le decían.
- ¿Tío Julio?- dijo Salvador, olvidando que aun era invisible a la vista humana.
- ¿Quién? – dijo Julio, mirando a todos lados- ¿Salvador?
- Sí, soy yo- respondió el chico que volvía a ser perceptible a la vista- por favor, no me haga preguntas por esto.
- ¿Qué cosa?- inquirió el hombre que doblaba el diario bajo el brazo.
- La manera en como aparecí- respondió Salvador- y de cómo no me veía antes
- No hay problema- dijo Julio- soy bueno guardando secretos.
- Gra-gracias- respondió el chico de gafas, que nervioso lo saludaba dándole la mano- perdóneme una pregunta, pero ¿Qué hacía ud. aquí?
- Mi hijo me dijo que se iban a juntar aquí, pero no ha llegado, tenía que darle un recado- respondió el hombre, tomando un bolso que tenía sobre la banca- ¿me acompañas?
- OK- respondió Salvador- por lo visto no llegó nadie, ya son un cuarto para las cinco
- Mm.- respondió Julio sin abrir la boca, mientras caminaba, en dirección a una auto que estaba estacionado en la calle paralela a donde estaban- ¿Sabes? puedo ayudarte con tu problema
- ¿Qué?- dijo de sobresalto el chico se detuvo en seco- ¿a que-que se refiere?
- A volverte invisible-respondió- se quien te puede ayudar, ellos están dispuestos a darte una cura- dijo el hombre, sacando una jeringa con una droga, de extraña procedencia frente a él.
Salvador se sintió asustado, cuando vio que la jeringa se le acercaba trató de forcejear para evitarla, se sacó al hombre alto de encima, y con gran esfuerzo se puso a correr devolviendo sus anteriores pasos.
Corrió despavorido por las calles de Viña. Sin darse cuenta, había vuelto a ser invisible, como si su cuerpo respondiera al miedo, haciéndose imperceptible al ojo común. Un vehículo casi lo arrolló al cruzar la calle, puesto a que no lo veían. Salvador lo logró evitar, parando en seco, doblando la calle, entrando a la galería en donde había empezado todo. Allí estaba Felpe, el Parra, parado, mirando la hora en su teléfono celular, como de costumbre.
- ¡Parra hueón, me están persiguiendo!- dijo despavorido Salvador acercándose a su amigo, quien lo esperaba, volviéndose visible al verlo.
- ¡Que onda loco, cálmate!- le respondió Felipe, al recibirlo, haciéndolo sentar en la banca
- Me-me estaban persiguiendo -dijo entre jadeos, el chico de gafas y pelo largo- ¡el papá del Caco con una jeringa!
- ¿El tío Julio?- dijo Felipe- clámate entonces, es para tu bien, te lo aseguro
- ¿Qué?-dijo Salvador parándose de golpe- tu-tu tú también.
- Me va a doler mas a mi que a ti amigo- dijo Felipe guardando el celular en el bolsillo
- ¿Qué cosa?- preguntó Salvador con ganas de huir
- Esto-respondió su amigo, asestándole un puñetazo en la quijada, que lo lanzó contra un muro, cayendo al suelo inconsciente.
En el momento que pasaba esto, entraba Julio al lugar, quien revisó el pulso de Salvador comprobando que estaba vivo.
- Casi lo matas- dijo Julio dirigiéndose a Felipe.
- Disculpe Don Julio- respondió Felipe- no puedo controlarlo todavía
- Que no pase nunca más- agregó el padre de Cristóbal- si uno de ellos muere, te ira mal en la compañía
- Disculpe jefe- respondió Felipe, tomando el cuerpo de Salvador en sus hombros- y disculpe, ¿Cuándo voy a poder ver a mi Mamá?
- Cuando completemos esta misión- respondió
- OK-respondió siniestra satisfecho de sus actos el chico con su amigo en brazos, pensaba “Perdóname Salva”
- Apúrate Felipe- dijo su jefe, su supervisor, Julio, Cortés, el padre de su mejor amigo.
- Sí jefe, voy- respondió Felipe, caminando hacia la salida.
Así, los dos hombres se subieron al automóvil que los esperaba afuera, y sin que se diera cuenta la gente, se llevaron a Salvador, dopado, dejando su vieja cámara en la banca, ahí, sola como único espectador y testigo de los hechos.

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