domingo, 28 de octubre de 2007

Acuerdos

6

Llevaba ya el séptimo cigarrillo y ya no sentía nada. La incertidumbre del no saber que hacer era insoportable.
Había despertado en su cama luego de la puñalada con la jeringa que le había dado el tipo de barba, que lo había dejado fuera de combate. Se había levantado y buscado a su madre por toda la casa, la que estaba como si nada hubiese pasado. Se la habían llevado.
Encontró sobre la mesa un papel con un número de teléfono, firmado con las letras “P.S.”. Se quedó pasmado un buen rato mientras pensaba si todo lo que le había pasado era un sueño o era realidad; prefería que hubiese sido irreal, pero no, era mas concreto que el muro que sostenía la casa.
Botó la colilla del último cigarrillo y salió, necesitaba aire fresco para pensar. Fue a un cibercafé, para ver si estaban uno de sus amigos, necesitaba hablar con alguien, un consejo, un saber que hacer. La duda carcomía su ser cada minuto en que pensaba si su madre estaría bien o mal, hablo con su amigo Eduardo unos cinco minutos, hasta que una canción en ingles, anunciaba en su teléfono celular que una llamada estaba entrando.
- Y, ¿Pensabas que fue todo un sueño?- dijo una voz rasposa al otro lado de la línea.-te debe de doler la cabeza como un demonio, esa droga era dura chico.
- ¡Dime donde la tienen!- grito Felipe, adivinando su interlocutor.
- Tranquilo hombre fuerte, ella está bien – respondió el tipo de barba- esta, digamos, pasando una pequeña temporada de vacaciones.
- ¡Si le hacen algo…!- alcanzó a decir Felipe.
- Calma hombre, si haces todo lo que te pidamos ella estará bien.
- ¿Y qué mierda quieren que haga?-preguntó el chico de ojos pardos, mientras apretaba un farol de la luz, doblándolo.
- Que trabajes para nosotros- sentenció uno de los raptores de su madre- Solo ven mañana a las nueve al muelle Vergara, ahí estaremos yo y mi colega… ¡ah y dice que le debes un brazo roto!, jaja.
- No me causa risa- dijo enojado, caminando hacia su casa, mientras el farol se desprendía del cableado eléctrico.
- Ah, y por si acaso, te garantizo que ella está bien, es un poco testaruda, pero se esta portando bien. Tienes de donde salir tú ¿eh?- dijo el viejo de barba.
- Entonces…- titubeó Felipe.
- Mañana a las nueve en el muelle Vergara, sin llamadas, sin policías ni terceros- dijo el tipo, antes de cortar la llamada, sin esperar preguntas ni formalidades. Sólo cortó.
Entró a su casa pegando un portazo, de tal fuerza que la vieja fachada de su hogar, se hizo añicos frente al golpe de la puerta. No había forma de controlar esa fuerza, ese extraño don, que sólo viendo a un ser querido en peligro se despertó.
Muchas preguntas rondaban en su mente. Su vida monótona y benditamente normal, había sido golpeada por esto. Maldecía mil veces al cielo y a esta realidad absurda que le estaba tocando vivir. Lloró, lloro de tal manera que sus ojos ardían y no le dejaban dormir. Tenía unas ganas bestiales de tomar por el cuello a los tipos y lanzarlos al abismo.
Luego miró la cruz en la cabecera de su cama. Algo en su interior se calmó, le hizo pensar con la mente fría lo que estaba sucediendo, debía ir mañana al muelle y afrontar como un hombre lo que se le venía encima. Tenía miedo, era cierto, pero pensó: “¡Dios!, hácelo por ella”.
Estaba en esto cuando sonó el teléfono.
- ¿Aló? ¿Parra?, soy el Bily.
- Ah hola viejo, justo necesitaba alguien a quien hablar-contestó el lloroso hombre.
- Será mañana, te llamaba para avisarte algo-dijo acongojado su amigo- falleció el Mauri.
- ¿El Mauri?, ¿el hermano del Chino?-preguntó Felipe, anonadado por la repentina noticia.
- Si hueón, mañana son los funerales- sentenció Anthony- ya loco era pa’ eso, nos vemos mañana, chao.
- Ya, ahí nos vemos, bye.-dijo antes de colgar el auricular.
Ahí se quedó, tumbado en la cama, sin más musica, que la que le brindaba el frío silencio de la noche, en noches como esta, en la que la amargura reinaba en el corazón y la mente de Felipe. Costó, pero luego de unas horas, logró conciliar el sueño.

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