sábado, 3 de noviembre de 2007

Largo capítulo sobre los Cortés

8
Ambos hermanos iban en el auto; le había costado, pero por fin Cristóbal había aprendido a manejar, y eso, para su padre, era suficiente para prestarle el auto. Tanto Cristóbal como Damián, tenían en la mente las mismas preguntas, y sabían que ya llegaría el momento adecuado para tener las respuestas que buscaban con tanto afán.
- Ejem…-tosió falsamente Damián- ¿y a que hora vamos a conversar el tema?
- Ahora yo cacho-respondió su hermano- cuando lleguemos a la casa.
- Dale- sentenció el chico de alta estatura – ¿y oye?
- ¿Qué?- inquirió Cristóbal
- ¿Note llamó la atención una hueá?- preguntó Damián.
- ¿Qué cosa?-respondió el de abundante cabellera.
- Si el hermano del Chino murió sacando al otro hermano…
- Al Daniel-interrumpió Cristóbal
- Si, a ese mismo-afirmó- pero la hueá que yo te digo, es que si el hermano del Chino murió salvando, al Daniel. ¿Cómo es que quedó vivo el más chico, siendo que también estaba en la casa que se cayó?
- ¿Sabís que?-dijo Cristóbal- no se me había ocurrido, igual rara la hueá.
- Eeee, ¿un milagro?- preguntó Damián.
- Quizás-respondió su hermano – últimamente se dan harto los milagros- dijo, mirando por el espejo a su hermano, haciéndole notar la relación con lo fantástico y traumante que había sido tener en sus brazos, a su hermano muerto, y más aun verlo recobrar la vida en un instante; vuelto a la vida, gracias a él.
Desde ahí hasta su casa, ni uno de los dos, se atrevió ni a mascullar una ligera palabra. La burbuja de aquel silencio era lo perfecto, ante la nube de atribulaciones que los hermanos Cortés sentían, las dudas increíbles, sobre sucesos increíbles que tenían en sus cabezas. Sólo el ruido de motor irrumpía en esa hermosa situación.
Llegaron tras una hora de viaje. Podría ser menos, pero Cristóbal aun era un novato en lo que manejar competía.
Eran las ocho y media, mas, recién había terminado de esconderse el sol, la noche caía lentamente sobre Curauma, dejando entrar con ella, ese leve susurro de un fresco viento, que invadía sin respeto el acalorado ambiente. Damián respiró hondo el aire del exterior del auto, llenando sus pulmones con el limpio oxígeno. Mientras, Cristóbal cerraba el portón de la casa, mirando hacia el estacionamiento de la casa. No estaba el automóvil de su madre, lo que significaba una cosa. Le tocaba turno en el hospital nuevamente.
Entraron a la casa. Continuaba ese crudo silencio, previo siempre a las cosas grandes, como si ellos ya supieran las respuestas que tanto querían. Damián fue a la cocina a tomar un vaso de jugo, Cristóbal lo siguió. Tras servirse ambos un poco de zumo naranja, subieron a la habitación de Damián.
- Ya- dijo Cristóbal sentándose en la cama de su hermano- ahora conversemos po’.
- Mm.-dijo tragando su hermano- que mierda pasó.
- Lo mas claro es que te dispararon- sentenció Cristóbal.
- Y era un tipo de gafas oscuras, que te buscaba a ti- agregó Damián.
- ¿Por qué me buscaban a mi?- preguntó extrañado el hermano mayor.- ¿Qué mierda tengo de especial?
- No se- contestó dubitativo, el chico del mechón en la frente – lo que recuerdo es que cuando desperté, gritaste: “¡Damián, Damián, te dispararon y yo… y yo…!”
- No me acuerdo que dije, estaba asustado- interrumpió Cristóbal- puta, que mas querí’, ¡No le disparan a tu hermano todos los días po’!
- Pero te mirabas las manos, como queriendo decir algo- dijo extrañado Damián
- ¿Te digo una cosa?- pregunto tímido su hermano mayor – puede que suene descabellado, pero…
- Que po’-interrumpió el menor de los Cortés
- Creo… que te reviví yo- sentenció serio Cristóbal- pero es una teoría no mas’
- ¿Sabís que?- dijo Damián- creo lo mismo, en serio.
- Pero… ¿Cómo podríamos comprobarlo?- preguntó con decisión el mayor
- No sé…-dijo Damián- es decir, tengo una idea, loca, pa’ variar
- ¿Cuál?- dijo su hermano.
- ¿Vamos a la morgue?- preguntó se hermano menor
- ¿Qué hueá estay diciendo?- preguntó casi irrisoriamente
- Sí hueón- afirmó Damián - ¿vamos?, tenemos el auto del papá y el portero del hospital de Viña nos conoce.
Silencio. Los dos hermanos se miraron, como si estuvieran estudiando la descabellada idea. Más, estaban de acuerdo en ir. Tenían el vehículo, amistades como para entrar, y lo mas importante, la decisión como para hacer cualquier cosa que los ayude a salir del infierno de dudas que tenían en sus cabezas. Luego de ese razonamiento, ya les parecía más racional la propuesta.
Y partieron, la fría noche y las escasas gotas de una lánguida lluvia que ya terminaba. El motor del automóvil, ahora si que era la única música que los Cortés tenían. Pasó un corto tiempo y llegaron; estacionaron el Yaris en una esquina, cerca de los carabineros y se bajaron.
Entraron sin problemas al hospital, el guardia hasta los saludó cuando pasaron. Subieron en el ascensor sin hablarse, no querían que nada interrumpiese su empresa.
Hasta que llegaron. Los pasillos insolentemente callados, era como una burla a la tensión que sentían los hermanos, como si el viejo edificio les dijera algo, los animara, o los reprendiera, frente a la descabellada idea. Entraron a la habitación de los que nunca responden, no había nadie de turno ahí, estaban de suerte.
- Ya- dijo respirando profundo Damián- démosle.
- ¿Y cuál abrimos?- preguntó susurrando su hermano mayor
- No se po’, elige tu- respondió el menor.
- Ya, esa -dijo apuntando Cristóbal a una con el numero nueve
Y nuevamente el silencio. Eran los restos de un viejo, anciano, como de unos ochenta años, con una mirada de sueño admirable, envidiable digo.
Se miraron los hermanos, respiraron profundo. Cristóbal posó sus manos sobre el cadáver y ahí se quedó. No pasaba nada. Se quedó ahí como por diez minutos. Estaba nervioso, sudaba, se preguntaba en su mente que era lo que tenia que hacer. Pero lo más importante era lo que pasaba: nada.
- ¿Y?-pregunto Damián.
- No sé…-respondió confundido el de larga cabellera- no sé que pasa.
- A ver…-dijo el menor de los Cortés, verificando si el cadáver respiraba- Nada.
Cristóbal puso las manos sobre el cadáver una vez más; en su mente pasaban mil cosas, mil teorías se estaban bajando de lo posible, junto con la llegada de mil interrogantes nuevas. Una idea rondaba fuerte de pronto su cabeza, el no había revivido a su hermano, sino….
- ¡Hueón!- dijo de pronto Damián, interrumpiendo las cavilaciones de su hermano- ¡Alguien viene!
- Emm.- titubeó el mayor- ya… vamos
Dicho esto, se escondieron tras un escritorio, en la larga sala de luces apagadas, mientras un guardia pasaba por fuera con una linterna. Ambos hermanos rogaron por que este no los viera; en el momento en que el haz de luz, alumbro el rostro del guardia, Cristóbal notó una cosa: el supuesto guardia, no era nadie más que el tipo de gafas, el que le había disparado a su hermano, ahora con un brazo vendado.
- No, no están aquí-dijo por radio el tipo- falsa alarma
Luego de decir esto el tipo se perdió entre los pasillos de la morgue, alumbrando con su linterna hacia donde se dirigía. Los Cortés, esperaron unos minutos, veinte para ser exactos, luego de este tiempo salieron agazapados del edificio, con una mezcla de susto y desconcierto: no lograron las respuestas que buscaban.
- ¿Y?- preguntó Damián- No creo que hayamos resuelto nada.
- Sí- respondió- algo respondimos, descartamos la teoría que yo revivo gente
- Eso… ¿Qué quiere decir?- preguntó extrañado el chico de alta estatura.
- No sé Damián, no sé- respondió pensativo su hermano mayor- no me quiero atrever a nada.
Damián, no alcanzó a agregar nada, puesto que una Van negra, bastante familiar, lo arrolló de improviso. El chico voló por los aires hasta estrellarse con violencia contra el duro concreto. Cristóbal, quedó pasmado mirando el horrible espectáculo que se repetía una vez más. Su hermano, tirado en el suelo, a unos diez metros de él, yacía con el cuello roto y la cabeza partida, sangrando, sangrando en grandes cantidades. Había muerto.
Cristóbal no supo que hacer, se quedo paralizado por el miedo, como cuando una cobra real mira a su victima, anulando toda posibilidad de escape. Así estaba él, mirando el cuerpo de su hermano, con la sangre helada y los pelos de punta.
De pronto, algo sucedió, el cuello de su hermano volvía a su lugar, se levantaba. Su cráneo aplastado por el golpe se regeneraba, al igual que todas las laceraciones producto de la caída: por segunda vez, estaba volviendo.
Se acercó a su hermano, quién lo miraba atónito. Damián se había curado por completo de sus heridas, y su miraba se centraba en la van, que nuevamente arremetía en contra de los hermanos.
- ¡Cuidado!- gritó a su hermano Cristóbal, quien se giró, tomo a su hermano, viendo el peligro inminente, se desprendió con fuerza del suelo, elevándose velozmente hacia el cielo.
El tipo de barba miraba sonriente, se bajaba del vehículo y haciendo sombra con su mano sobre sus ojos, trataba de ver a los Cortés, los que lejos, escapaban a varios kilómetros por hora, en el aire.

***

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