viernes, 23 de noviembre de 2007

La junta (Primera parte)

Habían pasado dos semanas desde la muerte de Mauricio. El luto aun era reciente. Todos sentían todavía reciente la partida del hermano de Eduardo.
Una calurosa tarde en Forestal, dos amigos conversando. Anthony y Ángelo ya llevaban dos horas y media hablando, como siempre había sido desde niños. Ni uno ni el otro encontraba irracional lo que les había sucedido. Por raro que fuese era la realidad misma. Se habían compartido sus experiencias: la corrida milagrosa de Ángelo y el poder dentro de la mente de Anthony
Golpeaban la puerta, uno debía bajar, estaban completamente solos, salvo por Belén, más, cuando Ángelo se paraba para ir, su amigo le dijo:
- Espera- al instante en que cerraba los ojos
- ¿Qué hueá estay haciendo?- pregunto extrañado el chico de verdes ojos
- Practicando- dijo, mientras se abría la puerta de la casa, ante la sonrisa de Ángelo, quien se asomaba a ver quien era, era Felipe.
- Vine como me dijeron- dijo sin saludar el chico que tras sus grandes lentes oscuros, mostraba unas ojeras.
- ¡Wena Parrita!- saludó animosamente Ángelo dándole la mano al chico, vestido íntegramente de negro.
- Sí, Hola, ¿Qué tal?- respondió Felipe algo displicente.
- ¿Qué pasa Parra?- inquirió Anthony, el dueño de casa, mirando a los ojos a su amigo, como solí hacer con toda la gente, tratando de saber las reales intenciones. Más esta vez no funcionaba con él. Sólo sabía que Felipe algo ocultaba.
- Nada loco- respondió El chico que se sacaba bolso y lentes del cuerpo, poniéndolos en la cama de su amigo- Quizás estoy medio cansado Bily.
- ¿Llamaron al Caco y al Damián?- preguntó Ángelo.
- El Cristóbal me llamó a mi- respondió Felipe- me dijo que se venían mas rato
- Ah ya dale- asintió satisfecho Ángelo, quien había hecho la pregunta.
- Yo llamé al Salvita, pero pa’ variar no contestó el teléfono- agregó Anthony, ante la mirada gacha de Felpe y la atención de Ángelo- Porque la idea es que seamos hartos, pa’ subirle el animo al Chino.
- Oye ¿Y le contaste al Parra?- pregunto Ángelo.
- No-respondió su amigo- ¿le contamos?
- ¿Qué hay que contarme?- preguntó extrañado el chico de negro, levantado la mirada
- Un secreto, obviamente,- previno Anthony- el otro día, que fui a buscar a mi hermanita, casi la atropellan, pero lo evite, te va a sonar algo loco pero…lo hice solo con pensarlo
- ¿Qué huea?- dijo Felipe abriendo mucho los ojos
- Algo como esto- dijo Anthony, cerrando los ojos. La mirada de su amigo estaba inquieta, como buscando algo fuera de lo normal en la habitación. Más, casi al instante, los lentes de sol de Felipe, que estaban sobre el velador de Anthony, comentaron a levantarse en el aire, solos.
El rostro de Felipe pasó de la extrañeza a la tristeza. Sabía entonces, que si uno de sus amigos estaba presentando actitudes, como las que estaba buscando la compañía, sería seguro, blanco de alguna operación. Y peor aun, quizás, tendría que él mismo, lastimar a quienes quería.
- ¿Y que opinai’?- preguntó Anthony, mirando a los dos chicos- Quedaste pa’ atrás ¿o no?
- Yo quedé igual cuando me mostró- agregó Ángelo poniendo una mano sobre el hombre del chico que levanta cosas con la mente.- y el no es el único que hace… cosas
- ¿Cómo?- preguntó extrañado Felipe.
- Así-respondió Ángelo, al instante en que movió hacia atrás de Felipe, de una manera tan rápida, que nadie pudo verlo con detenimiento- ¿ves?
Felipe no alcanzó a ver los movimientos de Ángelo, ni siquiera el roce del viento en su cara. La velocidad de su amigo era impresionante.
Tras media hora, llegaron Cristóbal y su hermano Damián. Los hermanos venían cansados, como si hubiese trajinado por mucho rato.
- Me llamó el Chino, venía en camino- dijo el mayor de los Cortés, mientras se recostaba en la cama de Anthony.
- Igual debe ser penca perder a un hermano- dijo Damián, logrando que todos se quedaran callados con su repentino comentario. Cristóbal lo miró de reojo.
- Mm.-respondió Ángelo- por lo menos todos lo recuerdan como un héroe.
- El Mauri- agregaba Anthony- me estaba cayendo mejor, incluso se estaba juntando más con nosotros
Todos esperaron el comentario de Felipe, para cerrar el círculo, pero nada pasó. Todos se miraban unos a otros, algunos de reojo, otros de frente, todos sentían que tenían algo que decir, u ocultar. El viento entraba fuerte y frío por la ventana, comenzaba a arreciar esa fresca brisa de la tarde, común en aquella parte de Viña del Mar.
El silencio no se rompía. Usualmente, estarían hablando sobre series, juegos o sobre cualquier otra estupidez, y estaría bien, ellos solían ser así; más ahora no, ya no podían, sus anodinas vidas habían sido golpeadas por las respuestas que sus cuerpos les dieron frente a las más duras pruebas. Más la pérdida de Mauricio. Ya nada sería igual.
Sonó la puerta abriéndose abajo. Ángelo, bajó en un instante a ver, todos estaban espirituados por las cosas que les habían pasado, especialmente los Cortés. Más, no era nadie más que Eduardo, que había llegado.
Al entrar, el chico de aspecto oriental, quedó pasmado, frente a la aparición súbita de Ángelo, más las caras de todos apuntándolo a él, algo asustados.
No habían sido días fáciles para Eduardo. Sus padres, sumidos en una depresión enorme; y él, teniendo que ser fuerte por ellos y por sus hermanos. Sentía que lo necesitaban más que nunca.
- Les tengo que decir una cosa- dijo Eduardo, tras salir del espanto
- ¿Qué Chino?- inquirió Anthony, sentad en la escalera hacia el segundo piso.
- Afuera están la Kathy y el Dani, que quisieron venir conmigo…- dijo Eduardo con un tono bajo.
- Pero Chino- interrumpió el dueño de casa- hácelos pasar po’.
- Ya dale- respondió Eduardo, haciendo, en señas, pasar a sus dos hermanos menores.
Mientras entraban, los jóvenes empezaron a hablar entre ellos, y a saludar a Kathy y al pequeño Daniel, quien se había sido salvado por su difunto hermano. Luego de eso, Cristóbal puso musica en el computador y todos comenzaron a conversar, algunos en grupos, otros solo con una persona. A Anthony, le importaba sólo una cosa, que Eduardo se sintiera mejor.
Nadie tocaba el tema de los “poderes”, que algunos de los chicos tenían, era ya un tema Tabú entre ellos. A veces, cuando un par, o un grupo de personas, se conocen tan bien, ya no tienen necesidad de decirse aquellas cosas, el silencio, lo decía todo.
Paraba un auto afuera, los perros ladraban. Era la gente de la compañía. A Felipe ya lo habían prevenido de esto, de hecho su misión era asegurar que estuviesen allí los Cortés. Se apenaba por tener que traicionar a sus amigos. Más, su madre lo necesitaba.
La armonía de este grupo de amigos unidos aún en la tristeza estaba a punto de ser rota…
Continuara...

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